La otra tarde, jugando con ChatGPT le pedí que me hiciera una viñeta al estilo Forges sobre la European Accessibility Act (Real Decreto 193/2023, de 21 de marzo) que entra en vigor hoy, 28 de junio. Mientras iteraba, iba reflexionando sobre cómo está quedando realmente el panorama de la accesibilidad digital: «incluye de todo», de todas las tecnologías pero no llega a incluir de verdad.
La nueva legislación entra en vigor hoy, 28 de junio
Hoy entra en vigor la nueva directiva European Accessibility Act. En teoría, es el momento histórico en el que Europa dice «basta» a la exclusión digital. Servicios bancarios, ecommerce, transportes, telecomunicaciones… todo tiene que ser accesible, al menos AA.
Durante meses he estado tocando puertas, tratando de concienciar sobre esto. Ha sido como hablar con una pared la mayoría de las veces. «Sí, sí, tienes razón, es importante», y luego nada. Silencio absoluto hasta que vuelvo a insistir.
Me he sentido frustrado, cansado, y en algunos momentos con ganas de tirar la toalla. No es fácil ser el pesado que siempre saca el tema de la accesibilidad en las reuniones, el que «complica» las cosas con sus «manías» inclusivas.
Cuando la accesibilidad deja de ser «cosa del pesado»
Un cliente preguntaba si su web cumplía con la nueva normativa europea. Por primera vez en meses, mi etiqueta de «pesado de la accesibilidad» se convirtió en algo útil. Me llamaron para auditar el sitio y guiar al equipo hacia el cumplimiento.
La auditoría fue reveladora, no tanto por los errores que encontramos (que fueron pocos y de despiste, en muchas ocasiones), sino por ver cómo reaccionó el equipo cuando pusimos los resultados sobre la mesa. De repente, todos entendieron que esto no era una «preocupación de futuro» ni una «manía».
Era real. Era urgente. Y tenía solución.
Me sorprendió positivamente cómo todos nos comprometimos con la nueva forma de operar. Empezamos a testear, a probar, a usar herramientas automáticas y a navegar con el teclado. Como si hubiéramos descubierto un superpoder que teníamos olvidado, porque la mayoría conocía las bases, pero olvidadas.
Ojalá hubiera más clientes así, que se preocupen por la accesibilidad y estén realmente comprometidos a no poner barreras.
Durante la presentación de hallazgos con el cliente surgió una reflexión que me marcó: la accesibilidad no tiene límites. No se trata solo de cumplir un checklist.
Por ejemplo, añadir alt="producto->name"
a todas las imágenes puede parecer la solución, pero en un listado de 50 productos se convierte en ruido. A veces, la mejor descripción es el silencio. Como los espacios en blanco en diseño, el silencio también comunica.
Eso me gustó. Ver a alguien tomárselo en serio desde el otro lado. Un cliente que se leía la normativa de verdad (que, por cierto, es completamente infumable) y terminó viendo que era más simple a través de los principios POUR y las guías de WCAG 2.2
¿Cómo se debería diseñar realmente una experiencia inclusiva?
Una cosa es cumplir unos mínimos técnicos y otra muy distinta es diseñar experiencias accesibles de verdad. No siempre es necesario describir más. A veces es necesario describir menos, pero mejor. O directamente no describir.
Si tienes una galería de 20 fotos del mismo producto desde diferentes ángulos, ¿realmente necesitas que el lector de pantalla anuncie cada una? ¿O es mejor marcar 19 como decorativas y describir bien solo una?
¿Esas animaciones tan molonas que has puesto para que la página tenga «personalidad»? Para alguien con epilepsia o sensibilidad vestibular pueden ser un problema serio. Un simple prefers-reduced-motion
en CSS puede salvar el día.
¿Ese formulario que se resetea entero si fallas en un campo? Para alguien con problemas cognitivos o de memoria, tener que rellenar todo otra vez es frustrante hasta la desesperación, además de incumplir una heurística.
Esto es como el responsive design. Al principio todos hacíamos sitios que «se veían» en móvil. Luego entendimos que había que diseñar para móvil.
Los pequeños avances que importan
Tal vez esté equivocado, pero desde mi punto de vista, la accesibilidad no se debe quedar sólo en el diseñador, sino que debe estar interiorizada en todo el equipo.
Ver cómo alguien de UX se empieza a preguntar «Esta combinación de colores no es accesible, pero es la imagen corporativa, así que lo justifico con APCA. O cómo un desarrollador testea la navegación por teclado, esos pequeños cambios de mentalidad valen más que mil auditorías.
Las herramientas automáticas están bien como primer paso, pero te dan una falsa sensación de seguridad. Te dicen que tienes alt en las imágenes, que los contrastes están bien, que la estructura semántica es correcta.
Pero no te dicen si la experiencia tiene sentido. No te dicen si un usuario real puede completar una compra de forma intuitiva. No te dicen si estás ocultando una frustración disfrazada de cumplimiento técnico.
Lo que he aprendido en este proceso es que el cambio real no viene de las auditorías ni de las herramientas. Viene de cambiar la mentalidad propia y de tus compañeros, de hacer que la accesibilidad forme parte del proceso de diseño y desarrollo desde el inicio y ahí probablemente ni los superiores tengan voz ni voto.
Cuando alguien diseña un componente y automáticamente piensa «¿cómo va a funcionar esto para alguien que no puede usar ratón?», ahí es donde empieza la verdadera accesibilidad.
Así que en este tiempo de quejarme, de tocar puertas y las narices de alguna que otra persona de madrugada, he acabado llegando a una conclusión: la accesibilidad nace de nosotros mismos, desde la primera línea de código o desde el primer rem en un lienzo en blanco de Figma.
La calidad del trabajo no es un plus: es el suelo. Igual que insertas breakpoints cuando toca, haces accesibilidad cuando toca; y quien ponga trabas estará demostrando su total ignorancia digital.
Europa dice que te incluye, que tienes derecho a acceder a los servicios digitales como cualquier otra persona y nuestro reto es convertir ese titular europeo en una realidad tangible, no en otro PDF de 200 páginas que nadie va a leer.